- El 'Diccionario' incluye vocablos infames que viven en el habla o en la literatura
ÁLEX GRIJELMO 7 DIC 2014
La quinta acepción de “gitano” en el nuevo Diccionario hace
equivaler esa palabra con “trapacero” (la persona que “con astucias, falsedades
y mentiras procura engañar a alguien en un asunto”), y eso ha levantado
ampollas entre gentes de buena voluntad.
La voz “gitano” procede de “egiptano”, porque en la
antigüedad se creyó que los gitanos procedían de Egipto; y se usó durante
siglos con sentido injusto y discriminatorio.
Covarrubias los describía en el suyo como “gente perdida y
vagamunda, inquieta, engañadora, embustidora” (1611). Y la primera obra
académica los definía así: “Cierta clase de gentes que, afectando ser de
Egipto, en ninguna parte tienen domicilio, y andan siempre vagueando. Engañan a
los incautos, diciéndoles la buena ventura por las rayas de las manos y la
phisonomía del rostro, haciéndoles creer mil patrañas y embustes. Su trato es
vender y trocar borricos y otras bestias, y a vueltas con todo eso hurtar con
grande arte y sutileza” (1734).
Todos esos términos peyorativos fueron desapareciendo hasta
quedar sólo ese “trapacero” de la quinta de sus ocho definiciones. La voz
“gitanería” ha experimentado cambios paralelos, y en esta 23ª edición del
Diccionario se retira una de las tres acepciones antiguas: “Caricia y halago
hechos con zalamería y gracia, al modo de las gitanas”; y además se ha
suprimido la marca de “despectiva” para la tercera: “Dicho o hecho propio y
peculiar de los gitanos”.
El debate sobre “gitano” nos puede servir, no obstante, para
preguntarnos si la Academia debería volver a suprimir las palabras o acepciones
que no gustasen a sus integrantes, o las que no agradasen a determinados grupos
sociales… O si, por el contrario, el Diccionario es un acta que ha de reflejar
la realidad y la historia de la lengua. Pero hoy el Diccionario es más que nada
un registro de todo tipo de usos.
El Diccionario contiene hoy en día vocablos infames,
insultos… Todos salen de algún lugar. Viven en el habla o se plasmaron en la
literatura de cada época; a menudo, en la voz de personajes que se describían a
sí mismos en sus propias palabras.
Cualquier lector, español o extranjero, o cualquier
traductor necesitarán que el Diccionario
descifre usos como ésos, sobre todo
si, por fortuna, se van desvaneciendo y les perdemos el rastro.
Hay que desacreditar al racista o al que insulta; pero
quizás se desenfoque el problema (con buena intención) si apuntamos contra las
palabras o sus acepciones en vez de criticar el desprecio con el que alguien
las use. El Diccionario se inserta en la historia. Y sabemos que es más eficaz
condenar las vilezas de la historia que borrarlas.