En el centro del
escenario, sentados al pie de un árbol que ha perdido ya todas las hojas, vemos
ahora a un HOMBRE y a una MUJER.
HOMBRE. (Mirando al frente, sin
volverse hacia la mujer.) Oye.
MUJER. Qué.
HOMBRE. Dame tu ojo izquierdo.
Pausa. La MUJER se desenrosca
su ojo de cristal y se lo alarga al compañero.
HOMBRE. (Recogiendo el ojo, que se
guarda en el bolsillo cerillero de la chaqueta.) Ya sabes que te prefiero
tuerta, Manuela.
Silencio. El HOMBRE y
la MUJER continúan inmóviles, indiferentes al coro de risotadas que se ha
levantado en el patio de butacas.